Todavía en éstos días asombra el modo en que Occidente y especialmente Estados Unidos encontraron la forma de reconciliarse con Japón, la potencia del Sol Naciente que debió rendirse el 2 de septiembre de 1945, firmando en una mesa colocada en la cubierta del acorazado norteamericano "Missouri".
Ni las dos bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y en Nagasaki lograban convencer de rendirse a los militares nipones. Debió salir el emperador Hirohito a sugerir ese paso a su pueblo. Antes tuvo que sortear un pequeño golpe de estado de militares que se negaban a levantar bandera blanca, pero esos rebeldes fueron tomados prisioneros para ingresar en la lista de muertos. Hoy todos los países comparten la misma Sala de Decisiones mundiales, porque gran parte de los contendientes de la Segunda Guerra Mundial y Japón son la principales potencias del mundo...
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