El 1º de septiembre de 1939, a las cuatro y media de la mañana, Hitler ordenó la ocupación de Polonia y con ese acto dio por iniciada la Segunda Guerra Mundial. Francia y el Reino Unido se convencen de una buena vez de que la política de apaciguamiento no da ningún resultado provechoso ni pone límites -todo lo contrario- a un régimen y a una maquinaria militar preparada para la guerra y la conquista de su “espacio vital”.
Dos semanas después de la invasión alemana, la URSS procede a ocupar el lado oriental de Polonia. El pacto firmado por los cancilleres Joachim von Ribbentrop y Viacherlav Molotov se cumple al pie de la letra: nazis y comunistas se reparten Polonia y los países bálticos. Dos meses después las tropas de Stalin invaden Finlandia mientras Hitler se prepara para lanzar la bliztkrieg (guerra relámpago) contra Europa occidental.
No deja de ser sugestivo que a la semana de firmarse en Moscú el pacto llamado de “no agresión”, Hitler ordena ocupar Polonia. Sin ese acuerdo con Stalin, el Fhürer no habría podido en lo inmediato dar ese paso. Para ello necesitaba tener las espaldas cubiertas. El camarada Stalin le hizo esa gauchada. El historiador Niel Ferguson lo acusó de ser el primer colaboracionista que tuvieron los nazis. No exageraba demasiado.
Los historiadores aún discuten los alcances y acuerdos de este pacto firmado una semana antes de la invasión a Polonia. Los comunistas justificaron lo injustificable en nombre de la necesidad y, sobre todo, de la duplicidad y el anticomunismo de los países democráticos, interesados en alentar el rearme alemán con la esperanza de que se lancen contra el imperio comunista. “Que se maten entre ellos”, dicen que dijo Churchill en un primer momento.
El pacto de Munich, donde la URSS no fue invitada -como tampoco el gobierno checo, la víctima que Daladier y Chamberlain le ofrecieron a Hitler- será el motivo por el cual Moscú decide jugarse por la libre y ganar tiempo. El razonamiento es simple: quieren entregarnos a los nazis, pues bien, acordaremos con ellos y en lugar de que marchen al este marcharán al oeste. Desde el punto de vista pragmático el razonamiento es impecable.
Lo que sucede es que el llamado Pacto de no Agresión fue, al decir del historiador Furet, más una sociedad con alcances económicos comerciales y militares que un simple acuerdo táctico. Será necesario que transcurra más de medio siglo para que se conozcan las cláusulas secretas del acuerdo de Stalin con Hitler, cláusulas que, además de establecer una sociedad para el reparto de otros países, ponen en evidencia aquello que podría calificarse como una suerte de parentesco ideológico entre dos regímenes totalitarios...
Source:
Categories:
WW2 Timeline:
Nation in war:
Language: